martes, 22 de febrero de 2011

Historias Zen

historias Zen





Diálogo Zen
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Los maestros del Zen habitúan a sus jóvenes discípulos a expresarse. Dos
templos zen tenían cada uno su pequeño protegido. Todas las mañanas, uno de los
niños, que iba por verdura, solía encontrarse de camino con el otro.
-¿A dónde vas?- preguntó una vez el segundo.
-A donde vayan mis pies- respondió el primero.
Esta respuesta dejó perplejo al otro niño; que acudió a su maestro por
ayuda.
-Mañana a la mañana- le dijo el maestro- hazle la misma pregunta. Te dará la
misma respuesta y tu le preguntarás: "Haz de cuenta que no tienes pies, ¿A dónde
vas?" Eso lo dejará arreglado.
A la mañana siguiente los niños volvieron a encontrarse.
-¿Adónde vas?- preguntó el uno.
-Adonde sople el viento- respondió el otro.
El jovenzuelo quedó otra vez desconcertado, y acudió al maestro a dar cuenta
de su derrota.
-Pregúntale adónde va si no hay viento- le sugirió.
Al otro día los niños se encontraron de nuevo.
-¿A dónde vas?- preguntó el uno.
-Al mercado, a comprar verdura- respondió el otro.

De "Carne zen, huesos zen", 101 historias zen


Ni viento ni bandera
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Dos monjes discutían acerca de una bandera.
El uno decía: -La bandera se mueve.
Decía el otro: -Se mueve el viento.
En ese momento pasaba por allí el sexto patriarca. Y les dijo: -No el viento, no
la bandera: la mente se mueve.

Comentario de Mu-mon: El sexto patriarca dijo: "El viento no se mueve; la
bandera no se mueve. Se mueve la mente." ¿Qué quiso decir? Si lo comprendéis
íntimamente, veréis que esos dos monjes trataban de vender hierro y ganar oro.
El sexto patriarca no pudo soportar ver a esos dos cabezas huecas, así que cerró
el trato.

Viento, bandera, mente en movimiento:
la misma comprensión.
Cuando se abre la boca
es todo falso.

de "Carne zen, huesos zen"
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Las puertas del paraíso

Un soldado, de nombre Nobushigé, acudió a Hakuín y le
preguntó: -¿Existe realmente un paraíso y un infierno?
-¿Tú quién eres? -Indagó Hakuín.
-Un samurái -respondió el otro
-¿Tú, un guerrero? -exclamó Hakuín. -¿Qué clase de señor
te admitiría en su guardia? Tienes facha de mendigo.
Nobushigé se encolerizó tanto que echó mano a la espada,
pero Hakuín continuó:
-¡Con que tienes un arma! Esa espada probablemente es demasiado
roma hasta para cortarme la cabeza.
Y, cuando ya Nobushigé desenvainaba, Hakuin observó: -Aquí se
abren las puertas del infierno.
A estas palabras, el samurái, notando la disciplina del maestro,
envainó la espada y le hizo reverencia.
-Aquí se abren las puertas del paraíso -dijo Hakuín.

De Carne Zen, Huesos Zen, 101 historias zen, compilado por Paúl Reps

La mente de piedra
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H“gen, un maestro chino del Zen, vivía solo en un pequeño templo
rural. Un día aparecieron cuatro monjes viajeros y pidieron permiso para
encender en su patio un fuego junto al cual calentarse.
Mientras preparaban la fogata, H“gen los oyó discutir sobre la
subjetividad y la objetividad. H“gen se les reunió y dijo: -Ahí hay una
gran piedra. ¿Consideráis que está dentro o fuera de vuestra mente?
Uno de los monjes respondió: -Desde el punto de vista del budismo,
todo es una objetivación de lo mental, así que yo diría que esa piedra
está dentro de mi mente.
-Has de sentir la cabeza muy pesada -observó H“gen- si andas
llevando en tu mente semejante piedra.

De Carne Zen, Huesos Zen, 101 historias zen, compilado por Paúl Reps

Lluvia de Flores

Subh–ti era discípulo del Budha. Había comprendido la fuerza del vacío, la
doctrina de que nada existe sino en su doble relación subjetiva y objetiva.
Cierta vez, Subh–ti, en estado de vacío sublime, estaba sentado bajo un
árbol. Empezaron a caer flores en torno de él.
-Estamos celebrando tu discurso del vacío -le susurraron los dioses.
-Pero yo ni he mencionado el vacío -dijo Subh–ti.
-Tú no has mencionado el vacío, nosotros no hemos oído el vacío
-respondieron los dioses-. Ese es el verdadero vacío.
Y los pétalos caían sobre Subh–ti como una lluvia.


De Carne Zen, Huesos Zen, 101 historias zen, compilado por Paúl Reps

Pulgada tiempo base gema
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Un noble señor pidió a Takuán, maestro del Zen, que le indicara cómo pasar
su tiempo. Se le hacían muy largos los días atendiendo su despacho y rígidamente
sentado recibiendo homenajes.
Takuán escribió ocho caracteres chinos y se los dió al consultante:

no pulgada
otra vez tiempo
este base
dia gema

Es decir:

Este día no retorna.
Cada instante es una gema.

(Nota: Un tiempo equivalente a una pulgada es un "instante"; el caracter que
significa 'base' o 'pie' tiene además el sentido de "digno de" y (clásicamente)
"de buena ley, de fina calidad" (hablando, por ejemplo, de metales)


De Carne Zen, Huesos Zen, 101 historias zen, compilado por Paúl Reps


Un maestro dice: "Antes que un hombre estudie Zen, las montañas son para él
montañas y las aguas, aguas. Mas cuando vislumbra la verdad del Zen a través de
la instrucción de un buen maestro, las montañas y las aguas dejan de ser lo que
son; sin embargo, cuando más tarde alcanzó realmente el lugar de Descanso (i.e.,
cuando alcanzó el satori), las montañas y las aguas vuelven a ser lo que eran."

De D. T. Suzuki: Ensayos, I


Obediencia
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A las lecciones del maestro Bankéi acudían no sólo estudiantes del Zen sino
también personas de toda escuela y estamento. El nunca citaba los s–tra ni se
entregaba a disertaciones escolásticas, sino que sus palabras salían
directamente de su corazón al corazón de sus oyentes.
Lo vasto de sus auditorios irritó a un sacerdote de la escuela Nichirén,
porque los adherentes de ella habían desertado para oír hablar del Zen. El
sacerdote, tan centrado en su propio yo, acudió al templo, decidido a sostener
un debate con Bankéi.
-¡Eh, maestro del Zen!- prorrumpió-. Espera un poco. Los que te respeten
podrán hacer caso a lo que tú dices, pero un hombre como yo no te respeta.
¿Puedes lograr que te haga caso?
-Ven junto a mi y te mostraré.- Dijo Bankéi.
Orgullosamente se abrió paso el sacerdote entre la multitud para acercarse
al maestro.
Bankéi sonrió. -Ven, ponte a mi izquierda.
El sacerdote obedeció.
-No, -dijo Bankéi-, hablaremos mejor si tú estás a mi derecha.
El sacerdote, orgullosamente, se pasó a la derecha.
-Ya ves -observó Bankéi-, me estás haciendo caso, y pienso que eres una
persona muy amable. Ahora siéntate y escucha.


De Carne Zen, Huesos Zen, 101 historias Zen, compilado por Paúl Reps.

¿Ah, si?
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El maestro del Zen Hakuín era alabado por sus vecinos a causa de su vida
pura.
Cerca de él vivía una bella muchacha japonesa, cuyos padres eran dueños de
una abacería. De pronto, sin saber cómo, los padres descubrieron que la joven
estaba encinta.
Esto los irritó. Ella se negó a confesar quien había sido el hombre, hasta
que, tras mucho acoso, nombró a Hakuín.
Llenos de cólera, los padres se apersonaron al maestro. -¿Ah, si?- fue todo
lo que él dijo.
Cuando el niño nació, lo llevaron a Hakuín. Para entonces éste había perdido
su reputación, lo que no lo perturbaba, pero cuidó muy bien al niño. Conseguía
leche de sus vecinos, y todo lo demás que necesitaba el pequeño.
Un año más tarde la joven madre no pudo soportarlo, y dijo a sus padres la
verdad: el verdadero padre del niño era un mozo que trabajaba en la pescadería.
Los padres de la muchacha acudieron al punto a Hakuín para pedirle perdon,
deshaciéndose en disculpas, y llevarse a la criatura.
Hakuín estuvo de acuerdo. Todo lo que dijo fue: -¿Ah, si?- y entregó al
niño.


De Carne Zen, Huesos Zen, 101 historias Zen, compilado por Paúl Reps.

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