domingo, 17 de abril de 2011

Osho: El libro de los secretos. Superar los Engaños de la Mente

¿Cómo es posible que simplemente tomando conciencia de un momento específico del proceso de la respiración se pueda alcanzar la iluminación? ¿Cómo es posible liberarse del inconsciente simplemente siendo consciente de una pausa tan pequeña y momentánea en la respiración?

Esta pregunta es significativa, y es probable que se le haya ocurrido a muchas mentes, de modo que hay que comprender varias cosas. En primer lugar, se piensa que la espiritualidad es un logro difícil. No es ninguna de las dos cosas: es decir, no es ni difícil ni un logro. Seas lo que seas, ya eres espiritual. No hay que añadir nada nuevo a tu ser, y no hay que desechar nada de tu ser; eres lo más perfecto posible. No es que vayas a ser perfecto alguna vez en el futuro, no es que tengas que realizar un arduo esfuerzo para ser tú mismo. No es un viaje a algún otro punto en alguna otra parte; no vas a ninguna parte. Ya estás aquí. Lo que hay que lograr ya se ha logrado. Esta idea debe entrar profundamente en ti; sólo así serás capaz de comprender por qué técnicas tan simples pueden ser útiles.
Si la espiritualidad es un logro, entonces por supuesto que va a ser difícil; no sólo difícil, sino realmente imposible. Si aún no eres espiritual, no puedes serlo, nunca podrás, porque ¿cómo va a ser espiritual alguien que no es espiritual? Si aún no eres divino, no hay ninguna posibilidad, no hay manera. Y no importa los esfuerzos que hagas; los esfuerzos hechos por alguien que aún no es divino no pueden crear divinidad. Si no eres divino, tus esfuerzos no pueden crear divinidad. Es imposible.
Pero la situación es totalmente inversa: ya eres lo que quieres lograr. El objetivo del anhelo ya está aquí, presente en ti. Aquí y ahora, en este mismo momento, eres lo que se conoce como divino. Lo supremo está aquí; ya es la realidad. Ésa es la razón por la que técnicas simples pueden ser útiles. No es un logro, sino un descubrimiento. Está oculto, y está oculto en cosas muy, muy pequeñas.
La persona es como la ropa. Tu cuerpo está aquí, oculto en la ropa; de igual manera, tu espiritualidad está aquí, oculta en cierta ropa. Estas ropas son tu personalidad. Puedes estar desnudo aquí y ahora, y de la misma manera puedes estar desnudo también en tu espiritualidad. Pero no sabes lo que son las ropas. No sabes cómo estás escondido en ellas; no sabes cómo estar desnudo. Has estado metido en la ropa durante tanto tiempo -durante vidas y vidas y vidas has estado en la ropa- y has estado tan identificado con las ropas, que ahora no piensas que sean ropas. Piensas que estas ropas son tú. Ésa es la única barrera.

Por ejemplo, tienes algún tesoro, pero lo has olvidado o todavía no te has dado cuenta de que es un tesoro, y sigues mendigando por la calle... Eres un mendigo. Si alguien dice: «Mira en tu casa. No necesitas ser un mendigo; puedes ser un emperador en este mismo momento», el mendigo dirá: «Qué tonterías dices. ¿Cómo voy a ser un emperador en este mismo momento? He estado mendigando durante años y aún soy un mendigo, e incluso si sigo mendigando durante vidas seguidas, no voy a ser un emperador. Así que qué absurdo e ilógico es lo que dices: "Puedes ser un emperador este mismo momento."»
Es imposible. El mendigo no puede creerlo. ¿Por qué? Porque la mente mendicante procede de un hábito prolongado. Pero si el tesoro está oculto en casa, con escarbar un poco, con quitar un poco la tierra, el tesoro aparecerá. E inmediatamente ya no volverá a ser un mendigo; se convertirá en un emperador.
Es lo mismo con la espiritualidad: es un tesoro oculto. No hay que lograr nada en algún momento futuro. Aún no lo has reconocido, pero ya está en ti. Tú eres el tesoro, pero sigues mendigando.
De modo que con simples técnicas será suficiente. Escarbar la tierra, quitarla un poco, no es un gran esfuerzo, y te puedes convertir en un emperador inmediatamente. Tienes que escarbar un poco para retirar la tierra. Y cuando digo retirar la tierra, no lo digo sólo simbólicamente. Literalmente, tu cuerpo forma parte de la tierra, y te has identificado con el cuerpo. Retira un poco esta tierra, crea un agujero en ella, y llegarás a conocer el tesoro.

Es por eso por lo que esta pregunta se les ocurrirá a muchos. En realidad, esta pregunta se les ocurrirá a todos: «Una técnica tan pequeña como ésta: ser consciente de tu respiración, ser consciente de la inspiración y de la espiración, y luego tomar conciencia del intervalo entre las dos, ¿es esto suficiente?» ¡Algo tan simple! ¿Es esto suficiente para la iluminación? ¿Es ésta la única diferencia entre tú y Buda: que tú no has tomado conciencia de la pausa entre dos respiraciones y Buda sí?; ¿sólo eso? Parece ilógico. Hay una gran distancia entre Buda y tú. La distancia parece infinita. La distancia entre un mendigo y un emperador es infinita, pero el mendigo puede volverse un emperador inmediatamente si el tesoro está ya oculto.
Buda fue un mendigo como tú; no fue siempre un buda. En un momento concreto, el mendigo muere, y se convierte en el maestro. No se trata, en realidad, de un proceso gradual; no es que Buda vaya acumulando y un día ya no es un mendigo y se vuelve un emperador. No, un mendigo nunca se puede volver un emperador si se trata de una acumulación; seguirá siendo un mendigo. Puede que se convierta en un mendigo rico, pero seguirá siendo un mendigo. Y un mendigo rico es un mendigo aún mayor que un mendigo pobre.
De pronto, un día Buda cae en la cuenta del tesoro interno. Entonces deja de ser un mendigo, se convierte en un maestro. La distancia entre Gautama Siddharta y Gautama Buda es infinita. Es la misma distancia que hay entre tú y Buda. Pero el tesoro está escondido dentro de ti tanto como estaba escondido en Buda.
Otro ejemplo... Un hombre nace ciego, con los ojos enfermos. Para un ciego, el mundo es una cosa diferente. Una pequeña operación puede cambiarlo todo, porque sólo hay que curar los ojos. En el momento en que los ojos estén listos, el que ve, que está escondido detrás, empezará a mirar por esos ojos. El que ve ya está ahí; sólo faltan las ventanas. Estás en una casa sin ventanas. Puedes abrir un agujero en la pared y, de repente, mirarás hacia fuera.
Ya somos lo que seremos, lo que deberíamos ser, lo que debemos ser. El futuro ya está escondido en el presente; todo el potencial está aquí en semilla. Sólo hay que abrir una ventana, sólo es necesaria una pequeña operación quirúrgica. Si puedes comprender esto, que la espiritualidad ya está aquí, ya es la realidad, entonces no hay problema con respecto a cómo un esfuerzo tan pequeño puede ser útil.
En realidad, no se necesita un gran esfuerzo. Sólo son necesarios pequeños esfuerzos, y cuanto más pequeños sean, mejor. Y si puedes proceder sin esfuerzo alguno, es todavía mejor. Por eso sucede, sucede muchas veces, que cuanto más lo intentas, más duro resulta lograrlo. Tu esfuerzo mismo, tu tensión, tus ocupaciones, tu anhelo, tu expectativa se convierten en la barrera. Pero con un esfuerzo muy pequeño, un esfuerzo sin ningún esfuerzo, como lo llaman en Zen -hacer como si no estuvieras haciendo-, sucede fácilmente. Cuanto más te obsesiones con ello, menor será la posibilidad, porque estás usando una espada donde se necesita una aguja. La espada no será útil. Puede que sea más grande, pero donde se necesita una aguja, una espada no servirá.
Vete a un carnicero: tiene instrumentos muy grandes. Y vete a un cirujano del cerebro: no encontrarás instrumentos tan grandes. Y si los encuentras, ¡huye inmediatamente! Un cirujano del cerebro no es un carnicero. Necesita instrumentos muy pequeños; cuanto más pequeños, mejor.

Las técnicas espirituales son más sutiles; no son burdas. No pueden serlo, porque su cirugía es aún más sutil. En el cerebro, el cirujano todavía está haciendo algo con la materia burda, pero cuando estás operando en los planos espirituales, la cirugía se vuelve más y más estética. No hay ninguna materia burda. Se vuelve sutil; esto es lo primero.
En segundo lugar, la pregunta dice: «Si algo es más pequeño, ¿cómo va a ser posible un paso mayor por medio de ello?» Este concepto es irracional, acientífico. Pero ahora la ciencia sabe que cuanto más pequeña es una partícula, más atómica, más explosiva es; más grande, en realidad. Cuanto más pequeña es, mayor es su efecto. ¿Podrías haber imaginado antes de 1945, podría algún poeta o soñador imaginativo haber imaginado que dos explosiones atómicas arrasarían completamente dos grandes ciudades en Japón, Hiroshima y Nagasaki? Doscientas mil personas fueron exterminadas en cuestión de segundos. ¿Y qué fuerza explosiva se utilizó? ¡Un átomo! La partícula más diminuta hizo volar en pedazos dos grandes ciudades. Un átomo no se puede ver. No sólo no puedes verlo con los ojos, no puedes verlo por ningún medio. El átomo no se puede ver con ningún instrumento; sólo podemos ver sus efectos.
Así que no pienses que los Himalayas son más grandes porque tienen una masa tan enorme. Los Himalayas son impotentes ante una explosión atómica. Un pequeño átomo puede hacer desaparecer todos los Himalayas. El tamaño en materia burda no es necesariamente poder. Por el contrario, cuanto más pequeña es la unidad, más penetrante. Cuanto más pequeña es la unidad, más intensamente está llena de poder.
Estas pequeñas técnicas son atómicas. Los que hacen cosas mayores no conocen la ciencia atómica. Pensarás quizá que una persona que trabaja con átomos es una pequeña persona que trabaja con pequeñas cosas, y una persona que trabaje con los Himalayas te parecerá muy grande. Hitler trabajaba con grandes masas. Y Einstein y Planck trabajaban en sus laboratorios con pequeñas unidades de materia: partículas de energía. Pero, esencialmente, antes de la investigación de Einstein los políticos eran simplemente impotentes. Consideraban un terreno más amplio, pero no conocían el secreto de la unidad pequeña.
Los moralistas siempre consideran las generalizaciones, pero éstas son burdas. El asunto parece muy grande. Dedican toda su vida a moralizar, a practicar esto o aquello, a sanyam, control. Siempre controlan; todo el edificio parece muy grande.
El tantra no se preocupa por esto. El tantra se ocupa de los secretos atómicos en el ser humano, en la mente humana, en la consciencia humana. Y el tantra ha conseguido secretos atómicos. Estos métodos son secretos atómicos. Si puedes lograrlos, su resultado es explosivo, cósmico.

Hay que advertir otra cuestión. Si puedes decir: « ¿Cómo es que con un ejercicio tan pequeño y simple uno se puede iluminar?», estás diciéndolo sin hacer el ejercicio. Si lo haces, entonces no dirás que es un ejercicio pequeño y simple. Parece así porque el ejercicio entero se ha presentado en dos o tres frases.
¿Conoces la fórmula atómica? Dos o tres palabras, y se aporta toda la fórmula. Y con esas dos o tres palabras, los que las pueden entender, los que pueden usar esas palabras, pueden destruir toda la Tierra. La fórmula es muy pequeña.
Éstas también son fórmulas, de modo que si sólo miras la fórmula, parecerá algo muy, muy pequeño y simple. iNo lo es! Intenta hacerla. Cuando lo hagas, sabrás que no es tan fácil. Parece simple, pero es una de las cosas más profundas. Analizaremos el proceso; entonces lo comprenderás.
Cuando inspiras, nunca sientes la respiración. Nunca has sentido la respiración. Esto lo negarás inmediatamente. Dirás: «Eso no es verdad. Puede que no sea consciente continuamente, pero siento la respiración.» No, no sientes la respiración, sientes el canal.
Mira el mar. Hay olas; ves las olas. Pero esas olas son creadas por el aire, el viento. No ves el viento, ves su efecto sobre el agua. Cuando inspiras, la respiración toca la ventana de tu nariz. Sientes la ventana de la nariz, pero nunca percibes la respiración. La respiración baja: sientes el canal. La respiración vuelve: de nuevo, sientes el canal. Nunca sientes la respiración, sientes tan sólo el contacto y el canal.
Esto no es lo que se da a entender cuando Shiva dice: Sé consciente. Primero tomarás conciencia del canal, y cuanto te hayas hecho completamente consciente del canal, sólo entonces comenzarás, más adelante, a ser conciente de la respiración misma. Y cuando te hayas hecho consciente de la respiración, serás capaz de ser consciente de la pausa, del intervalo. No es tan fácil como pudiera parecer.
Para el tantra, para todos los que buscan, hay capas de conciencia. Si te abrazo, primero tomarás conciencia de mi contacto con tu cuerpo. No de mi amor; mi amor no es tan burdo. Y normalmente nunca tomamos conciencia del amor. Sólo somos conscientes del cuerpo en movimiento. Conocemos los movimientos amorosos, conocemos los movimientos que no son amorosos; pero nunca hemos conocido el amor mismo. Si te beso, te das cuenta del contacto, no de mi amor; ese amor es una cosa muy sutil. Y a menos que tomes conciencia de mi amor, el beso está muerto, no significa nada. Sólo si puedes hacerte consciente de mi amor, puedes tomar conciencia de mí, porque ésa es, de nuevo, una capa más profunda.
La respiración entra. Sientes el contacto, no la respiración. Pero ni siquiera eres consciente de ese contacto. Sólo lo adviertes si algo va mal. Si tienes alguna dificultad para respirar, entonces lo adviertes; si no, no eres consciente. El primer paso será ser consciente del canal en el que se nota que la respiración está tocando; así aumentará tu sensibilidad. Lleva años volverse lo suficientemente sensible para percibir el movimiento de la respiración en vez del contacto. Entonces, dice el tantra, habrás percibido el prana, la vitalidad. Y sólo entonces hay una pausa en la que la respiración se para, en la que la respiración no se está moviendo; o el centro que la respiración está tocando, o el punto de fusión, o el giro en que la respiración, la inspiración, se convierte en la espiración. Esto será arduo; no será tan simple.
Sólo si haces algo, si vas a este centro, sabrás lo difícil que es. A Buda le costó seis años llegar a este centro más allá de la respiración. Para llegar a este giro, tuvo un largo y arduo viaje de seis años; entonces sucedió. Mahavira estuvo trabajando en ello durante doce años; entonces sucedió. Pero la fórmula es simple, y teóricamente esto puede suceder en este mismo momento; teóricamente, recuerda. No hay ningún obstáculo teóricamente, así que ¿por qué no va suceder en este mismo momento?

Tú eres el obstáculo. Excepto por ti, esto puede suceder en este mismo momento. El tesoro está aquí; el método lo conoces. Puedes escarbar, pero no escarbarás.
Incluso esta pregunta es un truco para no escarbar, porque tu mente dice: « ¿Algo tan simple? No seas tonto. ¿Cómo te vas a convertir en un buda mediante algo tan simple? No va a pasar.» Y entonces no vas a hacer nada, porque ¿cómo va a poder suceder? La mente es tramposa. Si digo que esto es muy difícil, la mente dice: «Esto es tan difícil que está fuera de tu alcance.» Si digo que es muy simple, la mente dice: «Esto es tan simple que sólo los tontos se lo pueden creer.» Y la mente sigue racionalizando las cosas, huyendo siempre de hacer.
La mente crea obstáculos. Se convertirá en una barrera si piensas que esto es muy simple, o que es demasiado difícil: ¿qué vas a hacer entonces? No puedes hacer algo simple, no puedes hacer algo difícil. ¿Qué vas a hacer? ¡Dime! Si quieres hacer algo difícil, lo haré difícil. Si vas a hacer algo simple, lo haré simple. Es ambas cosas: depende de cómo se interprete. Pero se necesita una cosa, que lo vayas a hacer. Si no lo vas a hacer, entonces la mente siempre te proporcionará explicaciones.
Teóricamente, es posible aquí y ahora; no hay ningún obstáculo real. Pero hay obstáculos. Puede que no sean reales, puede que sean simplemente psicológicos -puede que sean simplemente ilusiones tuyas-, pero están ahí. Si te digo: «No tengas miedo, ¡muévete! Lo que piensas que es una serpiente no es una serpiente, es una soga», el miedo seguirá ahí. A ti te parece que es una serpiente.
Así que, diga lo que diga, no va a ayudarte.

Estás temblando; quieres echarte a correr y escapar. Te digo que es simplemente una soga, pero tu mente dirá: «Puede que este hombre esté confabulado con la serpiente. Debe de pasar algo. Este hombre me está empujando hacia la serpiente. Debe de interesarle que yo muera, o algo así.» Si trato de convencerte demasiado de que es una soga, eso sólo te demostrará que, por alguna razón, me interesa empujarte hacia la serpiente. Si te digo que teóricamente es posible ver que la soga es una soga en este mismo momento, tu mente creará muchísimos problemas.
En realidad, no hay dilema; en realidad, no hay problema. Nunca lo ha habido, nunca lo habrá. Hay problemas en la mente, y miras la realidad a través de la mente; por eso, la realidad se vuelve problemática. Tu mente opera como una prisión. Divide y crea problemas. Y no sólo eso: crea soluciones que se convierten en problemas más graves, porque, de hecho, no hay ningún problema que resolver. La realidad no es problemática en absoluto; no hay ningún problema. Pero tú no puedes ver nada sin problemas. Dondequiera que miras, creas problemas. Tu «mirada» es problemática. Te he proporcionado esta técnica de respiración; ahora la mente dice: «Esto es tan simple.» ¿Por qué?-¿Por qué dice la mente que esto es tan simple?
Cuando se inventó la máquina de vapor, nadie se lo creyó. Parecía tan simple; increíble. ¿El mismo vapor que conoces, en tu cocina, en tu olla, el vapor haciendo funcionar una máquina, llevando a cientos y cientos de pasajeros y semejante carga? ¿El mismo vapor que conoces tan bien? Eso no es verosímil.
¿Sabes lo que sucedió en Inglaterra? Cuando empezó a funcionar el primer tren, nadie estaba dispuesto a montarse en él, ¡nadie! Se persuadió a mucha gente, se la sobornó, se les ofreció dinero para que se montaran en el tren, pero escapaban en el último momento. Dijeron: «En primer lugar, el vapor no puede hacer semejantes milagros. Una cosa tan simple como el vapor no puede hacer semejantes milagros. Y si la máquina se pone en marcha, eso significa que el diablo está trabajando en alguna parte. El diablo está haciendo funcionar la máquina, no el vapor. ¿Y qué garantía hay de que una vez que la máquina se ponga en marcha seréis capaces de pararla?»
No se pudo ofrecer ninguna garantía, porque era el primer tren. Nunca se había parado antes; era sólo probable.

No había ninguna experiencia, de modo que la ciencia no podía decir: «Sí, se parará.» Teóricamente, se parará..., pero la gente no estaba interesada en teorías. Lo que les interesaba era si existía alguna experiencia real de parar un tren: «Si no se para nunca, ¿qué nos pasará a los que estemos montados en él?»
De manera que se trajo como pasajeros a doce criminales que estaban en la cárcel. Iban a morir de todos modos, estaban condenados a muerte, así que no había problema si el tren no se paraba. De esta manera, el conductor loco que pensaba que sí se iba a parar, el científico que lo había inventado y estos doce pasajeros que iban a ser matados de todos modos, serían los únicos que morirían. «Algo tan simple como el vapor», dijeron entonces. Pero ahora nadie lo dice, porque funciona y lo sabes.
Todo es simple: la realidad es simple. Parece compleja sólo a causa de la ignorancia; de otro modo, todo es simple. Una vez que lo sabes, se vuelve simple. Saberlo aboca a que sea difícil, no debido a la realidad, recuerda, sino debido a tu mente. Esta técnica es simple, pero no va a ser simple para ti. Tu mente creará dificultades. Así que pruébala.

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